En tinta roja

La llamé por teléfono/Le llamé por teléfono

El verbo llamar, cuando significa ‘establecer comunicación telefónica con alguien’, da lugar a un error común, derivado de la famosa pregunta que nos enseñaban en la escuela para localizar el complemento indirecto, ¿a quién?, y colocar después el pronombre personal átono correspondiente: lo, le o la. Sí, estimados lectores, estamos adentrándonos en el oscuro –quien lo vea claro que levante la mano– mundo del loísmo, el leísmo y el laísmo. En este caso concreto del verbo llamar, intentando evitar un supuesto laísmo, lo que hacemos es caer en el leísmo.  

La famosa preguntita nos hace equivocarnos con muchos verbos, y llamar es uno de ellos.

–¿Llamaste por teléfono a tu prima?

*–Sí, le llamé.

Nuestro desarrollo mental ante una frase como esta suele ser el siguiente:

Hacemos la pregunta: ¿A quién llamé? Nos respondemos: A mi prima. Pues entonces pongo le. Pues no. Nos confundieron bastante con la preguntita, que sirve en bastante ocasiones para identificar justamente el complemento contrario del que pretendemos encontrar.

El truco bueno para descubrir si ese tu prima introducido por la preposición a es complemento directo (que es el que nos conviene buscar para saber qué pronombre personal átono utilizar), es pasar la oración a pasiva.

Mi prima fue llamada por mí.

Si eso que creíamos complemento indirecto se convierte en sujeto de la oración pasiva, ya sabemos que el pronombre átono le queda descartado, por lo menos para el femenino (otra cosa es que el le se vaya admitiendo cada vez más en función de complemento directo cuando el referente es persona del sexo masculino, aunque solamente en su forma singular, no en la plural: les).

Así es que:

–¿Llamaste a tu primo?

–Sí, lo llamé. En este caso se acepta también le.

–Llamaste a los del seguro?

–Sí, los llamé. Aquí, en plural, no se acepta les.